Mayo 15, 2004

CON SIN GAFAS

Cuando se me hizo la pregunta sobre qué cursos y seminarios había hecho en estos últimos diez años. Simplemente especifiqué dos cursos concretos uno el de cocina mediterránea y otro de cocina tailandesa que al no venir con la traducción correspondiente me fue imposible de aprovecharlo en toda su magnitud.
Lo hicimos con el Dr. Georgio Barcia, eminencia de la siquiatría internacional, laureado en diferentes congresos en la materia por todo el planeta.
El único problema que presentaba tan destacado profesional era su miopía también internacionalmente reconocida. Usaba unos lentes orgánicos, de esos que disimulan ese desagradable grosor que tienen los de vidrio común. Al doctor lo consideraban un excéntrico, pero no lo era, era tan sólo un miope más.
Solía llevarse por delante puertas, ascensores, columnas, semáforos, paredes varias, roperos y girafas.
En sus repetidas visitas al zoológico de la ciudad con sus pequeños nietos, en más de una vez se llevó por delante algún animal de esta especie que devoraba su ración balanceada por quién sabe qué destacado veterinario.
Unos decían que el origen de tan grave crisis en la vista provenía de sus incalculables años de estudio. Lecturas por veinticuatro, cuarenta y ocho horas diarias. Desesperado lector de Freud, leyó su obra en castellano, por supuesto, alemán y francés. También hombre docto en disímiles idiomas, frecuentaba cursos avanzados de lenguajes ya casi olvidados o simplemente exóticos dialectos africanos.
Algunos con mala leche decían que era debido a sus prácticas sexuales solitarias durante la adolescencia, cosa que al doctor no le afectaba en absoluto.
Según mis estudios y mis entretenidas charlas con él en la Facultad me doy cuenta que es debido a sus genes. Su padre, también persona de vista muy limitada, se llevaba carruajes, puertas y faroles de las aceras en tiempos pasados que nunca volverán y por suerte.
Con el doctor Barcia cuando fuimos requeridos en nuestros últimos cursos y seminarios detallamos sin hesitar esas experiencias gastronómicas. Obviamos un curso sobre vinos ya que inmediatamente los guarangos de siempre nos endilgarían de borrachos insoslayables.
Además debo decir que en el curso mediterráneo, el doctor reiteradas veces confundió desde su problema visual, pollos con pescados, arroz con aceite de oliva y calamares con cucarachas poniendo en tela de juicio la higiene del lugar donde se realizaba el curso.
Así atendimos a varios pacientes. Yo creía que el atendía a la misma persona que yo le indicaba pero no.
Siempre estaba confundiendo fichas, personas, pacientes con residentes, enfermeros con vigilantes y su coche, ya que manejaba, no siempre era el mismo, asunto que lo llevó a visitar diferentes dependencias policiales en varios lugares del país.
El doctor Barcia dejó de ejercer, incluso muchos años antes de tener edad suficiente para jubilarse ya que había perdido o quizás tirado sus propios diplomas. Nadie podía creer que ese viejo, casi ciego fuera uno de los mejores profesionales del mundo. Quedó muy herido cuando una vez un internado le dijo que si era tan miope nunca podría alcanzar a ver el alma del ser humano.
Decididamente desilusionado (era tan sensible que hasta las palabras de un esquizofrénico lo conmovían profundamente) vino a mi despacho e intercambiamos palabras que le fueron de mucha ayuda. Eso me enorgullece. Ahora frente a este cajón que está penetrando en el panteón recuerdo dulcemente aquellos cursos. Pero yo sigo sus consejos, a las recetas de pollo las hago con pescado.


Escrito por Martxoa en: Mayo 15, 2004 09:10 AM | TrackBack
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